domingo, 5 de febrero de 2017

Ponencias

Le hice unos pequeños cambios, pero ya quedó.
México roto


Cuando yo era niño, la posibilidad  que yo imaginara lo que era tenerle miedo a mi país era remota. Ahora, es un bello sentimiento y me atrevo a decir que nostálgico el recordar como desde mi inocencia conmemoraba a mi país. Con gran júbilo recuerdo en mi infancia comer  algún platillo tradicional y pensar con alegría que ese alimento tan famoso que toda la gente disfruta provenía de mi tierra; un sentido de pertenencia que aún no comprendía del todo, pero  me inundaba de sobremanera.
Con orgullo mis cuerdas vocales vibraban cada año al gritar: ¡Viva México! y mi cuerpo se cansaba de celebrar a los héroes que construyeron nuestra patria.  Ahora imagino el yo de antes y con tristeza me doy cuenta que las ganas de celebrar de a mi país se me quitaron,  que cada septiembre se ha convertido en una amarga época, que lejos de ser festiva me parece lúgubre. Pero, no son los pensamientos de un joven pesimista y melancólico; son los sentimientos de un país que día con día camina a su ruina.
“México es un gran país”, “todo está bien” diría nuestro presidente. ¿Seguro? ¿Es un gran país acaso, aquél cuyos gobernantes son unos ladrones? O tal vez, ¿un país donde la manera en la que sus personas hacen valer sus derechos es robando y saqueando trabajadores inocentes? Un país que en las derrotas es abandonado por su gente, la misma que acude y se enaltece en sus victorias. Un país en donde la educación y la salud no son consideradas tan altas prioridades como lo es un equipo de futbol o los centros comerciales; mismo país en donde su gente se queja de sufrir de racismo por los extranjeros y ellos mismos son los que menosprecian sus raíces y ven en el dinero el valor de la gente; también quizá se considera de grandes países que la hija del máximo gobernante, que probablemente sale de compras diario, acompañada de protección y de los lujos más altos, con desprecio califique a su gente de proletariado, mientras niños desamparados están en la calles sin un peso,  sin un padre millonario y corrupto que les compre ropa de marca.
Pero sobretodo  este debe de ser un gran país, porque no se puede confiar en casi nadie, porque diario sales a la calle con miedo de que alguien te pueda asaltar; porque temas como la violación, el secuestro y la trata de personas son habituales, porque cuando una mujer famosa es agredida, nos mofamos y nos reímos, porque nuestros líderes y los encargados por velar nuestra seguridad son los primeros en atacarnos y robarnos. ¿Duele verdad?, duele que a diario los medios de comunicación estén plagados de desgracias y de penas. Es tiempo de afrontar lo que es evidente; que 43 estudiantes sigan desaparecidos, un aumento en el precio de la  gasolina, políticos sumamente enriquecidos y otros hechos de esta índole no son acontecimientos aislados; son símbolos que nos aseguran lo que ya debería de ser evidente para todo mexicano; que México necesita cambiar. Nuestros gobernantes son personas despreciables, que lejos de haberse metido a la política por amor a su país, pareciese que fue por odio. Que estos mismos no se cansan de robar y saquear el producto del trabajo de nuestra gente, pues su avaricia es mucho más grande que su moral. Que nuestra constitución ya no es un instrumento para hacer valer nuestros derechos, si no para oprimirlos.
Con dolor pienso que ahora nuestra bella bandera no viste el verde, blanco y rojo de independencia y esperanza, si no que viste un negro entristecido por su patria. Y que nosotros, cual conformistas, no estamos haciendo nada mejor para México que nuestros gobernantes, escuchamos queja tras queja, pero no vemos ninguna acción; ya que, desgraciadamente, si hay millones de personas que están obligadas a vivir en la ignorancia y  las que no lo están viven por decisión.
Entonces,   me doy cuenta que no le tengo miedo a mí país, le tengo miedo a su gente. Y conforme dejemos que este México avance, amargamente miraremos atrás y recordaremos ese México biodiverso, que tiene todo para llenar de riqueza a su gente, que tiene tierra fértil para la vida, climas óptimos y buenos para la siembra, mares y playas para la pesca, a ese México que fue creciendo de antiguas culturas, lleno de arte y vida, con una historia increíble de esfuerzo y pertenencia; a las personas valientes que lucharon por un sueño nacional, a nuestra juventud emprendedora, a nuestras costumbres; recordaremos con tristeza a ese México bendecido, que alguna vez fue una  nación con mexicanos que luchaban con su patria; y nos preguntaremos ¿Dónde quedó esa batalla? Entonces sabremos en lo más amargo de nuestros ser que México sí era un gran país, pero nosotros nos encargamos de romperlo

Luis A. Espinosa

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